martes, 28 de octubre de 2008

Las Barras Bravas

David Lee
Steven Pritchett
Mauricio Martínez
Manuel Acosta
Andrés Hamon
Daniel Gutiérrez



El futbol y su hinchada, una pasión palpable…
Pasando el puente de la treinta se alcanza a divisar una oleada masiva de color rojo y azul, dos extremos luchando por un mismo fin “salir campeón”. A los alrededores del Campin se respira angustia y ansias por conseguir el premio más preciado, un gol, que tan anhelado, los hinchas buscan. Se puede ver también como la imponente autoridad, con sus elegantes caballos, y sus uniformes del Smat, tratan de parcializar la tensión que se vive en el ambiente. La antesala al partido produce una sensación de grandeza y a la vez de emoción por saber que pasará. Llegando a la entrada, vemos como los hinchas mendigan unos cuantos pesos con el fin de entrar al estadio, e incluso vemos como estos, quitan plata a otras personas, para llegar a este fin, presos por la carrera de lograr conseguir las escasas boletas para acompañar a “La guardia”, o bien a los “Comandos Azules”.
Previo al ingreso, acompañado por el fuerte rugir de todos aquellos que ya se encuentran alentando con “guevos”, nos encontramos con toda clase de personas, morenos, rubios, altos, hombres, mujeres, niños e incluso gente de edad, cargados de ilusión y anhelo por conseguir los tres puntos necesarios para entrar en la tabla de los primeros equipos “la tabla de los 8”.
Es muy interesante ver como el futbol no tiene un sector socio económico, ni un genero, tan solo una camisa que representa el amor, la pasión, la adrenalina, las ganas y sobre todo la responsabilidad infinita que el portarle exige.
Llegando a las puertas que llevan hacia el campo, podemos divisar la hermosa grama, junto con una lluvia de dos colores, que cubre los extremos de las graderías. Vemos como los cantos nos van absorbiendo llevándonos a conformar una gran familia azul y roja, que poco a poco cargados de adrenalina, nos hacen parte así no lo queramos de aquel espectáculo, no dejando a un lado el hecho de que sin saberse los cantos, tan solo con las vibraciones, hasta el más desatento termina alentando.
Es ahí que nos topamos, con los dos extremos laterales, La guardia albi-roja sur y los comandos azules norte. En este punto, la emoción sube por nuestras venas, y entendemos el sentir y esa pasión de la que tanto se habla. Entre respuestas, las dos barras comienzan a dirigirse cantos a muerte, como si se tratara de una guerra territorial, en la que el más fuerte aplasta al débil. Utilizando tambores de guerra, trompetas, y muchos pulmones, se gritan, cada vez más duro, con el fin de callar al otro, no se sabe que pasara por que aún faltan minutos para que salgan los dos equipos, pero aun así la emoción no para.
A los costados, recubriendo las fachadas, vemos los distintos trapos, banderas de parches, o grupos de personas de diferentes localidades de Bogotá, aglomerados, logrando una gran mancha de color (azul o rojo), simulando un gran pulmón latiente, encargado de suministrar ese cálido aire que su equipo necesita, mostrando frente a las cámaras, que ellos también apoyan al equipo y aman su camiseta.
Lo anterior enmarca una cierta esfera de territorialidad, y de una cierta agresión indirecta tanto al equipo contrario, como a todo aquel que en su momento tenga que venir a Bogotá a enfrentarlo.
La presión se hace evidente incluso mucho antes de que los equipos salten al terreno, ya se escuchan gritos ofensivos e intimidantes dirigidos a todo aquel que más inconvenientes le pueda causar a su equipo, ejemplo de esto un claro “anciano hp…”refiriéndose a Oscar Córdoba” que sencillamente tiene cerca de 20 000 personas a su espalda que se lo recuerdan continuamente.
Todos estos cantos o latidos que en ultimas los describen mejor, surgen desde el interior de la Barra Brava, acompañados de un tambor mayor y una trompeta insignia, que no cualquiera puede tocar, ya que este honor se obtiene haciendo meritos durante años.
Posterior a esto, en cuestión de segundos, ese latido se empieza a difundir y expandir por todo el costado sur o norte, impulsado por cierto tipo de pregoneros, que con fuertes gritos excesivamente ofensivos, hacen que hasta el menos hincha termine gritando y saltando al ritmo de los que saben.
Una avalancha, todos entendemos por este término, como el desplazamiento y deslizamiento no controlado de grandes cantidades de tierra agua y piedras, procedentes en su mayoría de una ladera. Situación idéntica se vive dentro del estadio, cuando miles de hinchas exaltados por la fiebre de un gol, se abalanzan en manada desde lo alto de la gradería “colina”, de manera descontrolada, para terminar en algunos casos espichando peligrosamente a todos aquellos que se encuentran situados en lo más bajo de la gradería.
Como sabemos o mejor como ya no sabemos, si es mejor ganar perder o empatar, un clásico como el del domingo, siempre va a tener disgustos serios por parte de las hinchadas. Disgusto que en la mayoría de los casos terminas en cegadoras nubes de ira, que finalmente desembocan en fuertes enfrentamientos entre pandillas que a pesar que comparten un mismo barrio, y que muy posiblemente se conocen con anterioridad, al momento de vestir su camiseta, encuentran muchos pretextos por lograr la debilitación de todo aquel que apoye al equipo contrario de una manera muy violenta.
Ejemplo de esto; Sábado 9:30 pm calle 53 Con carrera 13. Un bus de servicio público cargada de hinchas de Millonarios, es motivo de destrozo por parte de alrededor de 30 hinchas furibundos y desconformes con el empate, que les pareció muy fácil romper todos los vidrios del bus y sin discriminar genero, sacaron literalmente del pelo a casi todos los que allí se encontraban por entre las ventanas.
Todo esto nos hace reflexionar un poco acerca de que es lo que realmente la hinchada quiere, y peor aún, que es lo que detrás de todo esto se esconde, donde seria muy fácil pensar que ese sentimiento podría ser simplemente una fachada controlada en la cual se están moviendo mas intereses.

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